jueves, 31 de marzo de 2011

A nadie te pareces desde que yo te amo.

Te apoyas contra la pared para así no necesitar a nadie que te cubra las espaldas. Reconoces que a veces deseas que le salgan labios y que te susurre al oído palabras esdrújulas. Y supones que, de haberlo vivido alguna vez, echarías de menos los abrazos y que alguien dejase sus huellas dactilares impresas en tus párpados.

domingo, 27 de marzo de 2011

Este ahora sin edad.

Lo que más le gustaba a Luis era tachar los días del calendario con rotulador verde. A veces no podía aguantar las ganas de que llegara la primavera y tachaba emocionado todos los días que faltaban. Otras veces se quedaba sin tinta y mientras el resto de la gente paseaba con bufandas, él aún tenía que soportar el calor de los últimos días de julio.

martes, 22 de marzo de 2011

Reflexiones de no sé sabe qué.

"Hace poco una amiga me hizo notar que la gente siempre pregunta por el número de relaciones estables que has tenido, es decir, por el número de veces que ha habido una constancia/monotonía en la sucesión de besos. Y ella preguntaba si eran aquellos periodos de tiempo los realmente importantes, si no marcaban más aquellas historias que nunca tomaban forma, todas las imposibilidades, las incertidumbres y las dudas, esos instantes en los que el odio y el amor son inseparables"


Había allí chicas desesperadas por decir que tenían novio. A mi me bastaba con enamorarme, solo necesitaba saber que el amor existía, notar como se me metía en el pecho y en los pulmones. Quería decir "lo he encontrado, está aquí, dentro de mí"
Era eso lo que me pasaba cuando te decía que no te exigía nada a cambio, que podías decirme te amo siempre que lo sintieras, que no había momentos no adecuados, que no hacía falta que me lo demostraras con actos, ni con constancia, que si de repente se te enredaba la palabra en la lengua podías decirla, que no hacía falta aguantarse las ganas por miedo a las consecuencias. Bastaba con amarse, tenerse era secundario.
Yo nunca te exigiría algo que no puedo dar. ¿Lo entiendes verdad? Hay personas que nunca estaremos preparadas y nosotros estamos entre ellas. Es un precio que hay que pagar.

sábado, 19 de marzo de 2011

Abrí el paraguas a tus pies.

Me llamas con nombres impropios, que en realidad son los que más me gustan. Nos separan tres puntos suspensivos. Tú aún estás en la frase, yo bailo en el vacío del silencio de después. ¿No te das cuenta? Yo ya he caído mil  veces, en ocasiones me tiro de cabeza, otras veces es cuestión de falta de equilibrio. Tus sílabas no tildadas me desestabilizan. Yo lo intento también, te hago cosquillas en los pies, pero tú no tienes pies.

                                                                                                                      

martes, 15 de marzo de 2011

Mañana también lo haré.

Lunes.

Margarita, viuda desde hace veinte años, bate su propio récord al conseguir hacer una pompa de chicle de fresa de cincuenta y un centímetros de radio. Para celebrarlo, ella y su caniche pasan la tarde en un centro de belleza y Tomás, paseador oficial del can, se toma el día libre.
Valeria, hija del quiosquero, acepta la invitación de Tomás para ir al cine, mientras que su padre espera impaciente a que llegue el pedido más importante de su vida: un nuevo tipo de chicles de fresa con los que espera conquistar a Margarita, la mujer que lleva amando toda la vida.
Yo te quiero.

Martes.

Martín, que acaba de aprenderse de memoria la tabla de multiplicar del nueve, reune el valor suficiente para invitar a Azucena, la niña más bonita de la clase, a su fiesta de cumpleaños.
Azucena, que está hasta las narices de la trenza que su madre le obliga a llevar a diario, tiene una idea maravillosa. Subida en un taburete frente al espejo del cuarto de baño, separa la trenza del resto del pelo usando las tijeras de la costura. Luego, sabiendo que Martín está loco por su trenza, la envuelve en papel de regalo y pega un papelito en el que escribe "felicidades".
La madre de Azucena decide castigar a su hija y promete no dejarla ir a ningún cumpleaños hasta que le vuelva a crecer la trenza. Martín llora.
Yo te quiero.

Miércoles.

Matilde, debido a los quince grados de temperatura ambiente, deja de responder los mensajes de amor que le escribe su vecino de enfrente en la ventana.
Pedro, que trabaja en la pescadería de la esquina y ha sido testigo del intercambio de mensajes que durante todo el invierno han escrito con los dedos en las ventanas empañadas los dos amantes, les organiza una cita en la cámara de refrigeración del establecimiento. Allí hace mucho frío.
Yo te quiero.

Jueves.

Mauricio, eterno soltero y responsable de aproximadamente un millar de corazones de rotos durante las sies décadas de su vida, pesca en el riachuelo que bordea el jardín de su casa.  A las 14:00  un pez gato de cuatro metros de largo y trescientos kilos de peso pica el anzuelo y arrastra a Mauricio hasta la desembocadura del mar.
Camila, sirena de profesión y a punto de jubilarse, encuentra al amor de su vida.
Yo te quiero.

Viernes.

Miguel reparte versos por todas las cabinas telefónicas de la ciudad. Lucía, que acaba de descubrir que el chico que sonreía de lado no es el hombre de su vida, saca del bolsillo del vaquero una moneda de un euro para llamar a su madre y decirle que vuelve a casa.
Un hombre que se toma un café con dos sacarinas ve como Lucía lee detenidamente  los versos de Miguel y cuelga el teléfono sin haber llamado a nadie. El hombre enciende el móvil y Miguel recibe un sms que dice que la chica de sus sueños está cien metros detrás.
Yo te quiero.

domingo, 13 de marzo de 2011

Venirse.

Ayer soñé con ella. Ya no tenía los nueve años de la última vez que la vi, sino dieciocho. Era muy alta, muy delgada y muy bonita.
Y ya no se parecía a John Lennon.
Me sonrió y dijo que se alegraba mucho de verme. Luego se fue y yo me quedé allí, apoyada en una pared de no sé qué sitio, llorando por la certeza más insoportable de todas. La certeza de de llevar nueve años echando de menos a alguien que no te necesita. Desperté llorando también, en medio de vías lácteas que parpadean, versos de niñas pequeñas, de pajitas mordisqueadas y de fiestas de cumpleaños en las que siempre soplabamos menos de una decena de velas.

sábado, 12 de marzo de 2011

viernes, 11 de marzo de 2011

Fiebre.

Me hice el amor a mí mismo

en el espejo, besando mis labios,

me dije: "Me quiero,

te quiero más que a nadie."

Allen Ginsberg

jueves, 10 de marzo de 2011

Yo tampoco.

Mis ojos parpadean al sudeste de tu nuca. Mis pestañas se entretienen haciendo juegos de sombras y mis pupilas se esfuerzan en seguir los movimientos de tu caja torácica.
Calcetines marrones y ahora una carcajada.
Te sienta bien que te nieve por la mañana, llegas con copos blancos entre los dedos de los pies y también en las comisuras de la boca.
Y nunca se derrite. 

miércoles, 9 de marzo de 2011

lunes, 7 de marzo de 2011

No te vayas a Moscú.

Todos los días, exactamente a las dieciocho horas y dos minutos, el amor de mi vida se muere. Media hora antes del fatídico momento se coloca delante del espejo del cuarto de baño e intenta, poniendo en práctica lo que ha leído en varios libros sobre el tema, hipnotizarse. Ha intentado transformarse en marinero, poeta, pintor, malabarista, vendedor ambulante, titiritero, cuentacuentos, criador de limoneros, filatelista, afilador y reparador de paraguas. La frustración de fallar siempre es la que le aboca día tras día al suicidio. En el algún momento se le ocurrirá intentar convertirse en amante y a las dieciocho horas y dos minutos estará dibujándome mariposas en la punta de la nariz.

domingo, 6 de marzo de 2011

Nena, lo siento.

Hubo un tiempo en el que cuando te pedía que te desnudases te quitabas hasta la piel. Ahora te contentas con quitarte el sombrero y los cordones de los zapatos.

sábado, 5 de marzo de 2011

Tu ciento diecinueve.


Te quiero, sí. Pero no quiero tenerte.
Quiero tus besos sin que sean míos.
Quiero robarte las madrugadas, azules.
Y quiero arder con tus versos fríos.

Te quiero, sí. Y también quiero tenerte.
Quiero besarte un lunar bajo la luna.
Quiero un susurro de tu aliento en mi oído.
Y quiero tus ojos, tus hombros, tu nuca.

viernes, 4 de marzo de 2011

Besos desvirtuados.

No recuerdo adónde fueron todos sus besos. ¿Tan poco me importaron? Me acuerdo de como empezaban, cuando las bocas estaban separadas por la distancia exacta de dos centímetros y los labios comenzaban a temblar sin acabar de decidirse, queriendo alargar el momento previo y al mismo tiempo deseando olvidarlo ya.  Luego llegaba la tibieza, y había cuatro labios y dos bocas y yo notaba como te golpeaba el corazón dentro del pecho a ritmos irregulares. Luego decías que me querías. ¿Pero qué pasaba después con los besos? Quizá se disolvían en mi saliva, o se me inyectaban en la sangre. Quizá se escondían debajo de mis uñas, o entre las pestañas. Quizá morían.

jueves, 3 de marzo de 2011

Versos de tejado y quítate el sombrero.

Podría escribirle poesía al desamor,
a esas manos tuyas sin manos,
a esa boca tuya sin boca,
y a esa ausencia que provoca la ausencia.

Podría mentir y podría olvidar
en mis labios casi otros labios,
y entre mis dedos casi otros dedos
rotos de acariciar realidades intangibles.

Podría no querer quererte no azul,
no invencible, no apolíneo, no sincero.
Podría morir por no amarte
mas esto no podría no hacerlo.

martes, 1 de marzo de 2011

Violento amor.

Me gustas tanto que te mordería las uñas. Tanto que te arañaría la espalda y te pellizcaría los párpados. Tanto que te arrancaría la piel a tiras y te amorataría el corazón. Tanto que ataría tus cuerdas vocales a mi cintura. Tanto que moriría por poder matarte.